Fotos y textos Jaime Atria
Confieso que la primera vez que llegué a Florencia, penúltimo destino de un largo viaje por Europa, me decepcioné.
Después de haber visto en mi recorrido cientos de obras de arte y estatuas desnudas, sentí que al primer día ya no había más que ver. Que todo su atractivo estaba concentrado en cuatro esquinas. Encontré inútil, después de ver la réplica del David ubicada a la vista de todo el mundo en la puerta del Palazzo Vecchio, hacer una cola inmensa para ver el David original de Miguel Ángel en la Galería de la Academia, detrás de una turba de turistas que incomodaban la visión de una escultura que, a mi parecer, era igualita a la réplica, pero inaccesible.
Sin embargo, al volver este año, aparte de volver a maravillarme con el Duomo, la Iglesia de la Santa Croce, el Ponte Vecchio y conformarme con ver la perfecta réplica del David en la sorprendente Piazza Della Signoria, descubrí que hay un mundo en los alrededores de Florencia que hace que una semana se te haga poco.
Confieso que la primera vez que llegué a Florencia, penúltimo destino de un largo viaje por Europa, me decepcioné.
Después de haber visto en mi recorrido cientos de obras de arte y estatuas desnudas, sentí que al primer día ya no había más que ver. Que todo su atractivo estaba concentrado en cuatro esquinas. Encontré inútil, después de ver la réplica del David ubicada a la vista de todo el mundo en la puerta del Palazzo Vecchio, hacer una cola inmensa para ver el David original de Miguel Ángel en la Galería de la Academia, detrás de una turba de turistas que incomodaban la visión de una escultura que, a mi parecer, era igualita a la réplica, pero inaccesible.
Sin embargo, al volver este año, aparte de volver a maravillarme con el Duomo, la Iglesia de la Santa Croce, el Ponte Vecchio y conformarme con ver la perfecta réplica del David en la sorprendente Piazza Della Signoria, descubrí que hay un mundo en los alrededores de Florencia que hace que una semana se te haga poco.
Florencia está rodeada de ciudades amuralladas de calles estrechas, preciosas iglesias y arquitectura medieval que te invitan a caminar y recorrer lentamente descubriendo en cada esquina una tienda, un pequeño museo, un ristorante o una heladería que hacen que el tiempo se pase volando y sientas que has retrocedido en la historia y seas parte de un mundo de a pie, lento y sin estrés.
Es cosa de salir de la ciudad de Florencia unos pocos kilómetros para encontrarte con viñedos y rutas agrícolas que a cada curva te sorprenden con construcciones rurales, ciudades amuralladas y sembríos que hacen del viaje en sí una experiencia inspiradora y sorprendente.
A pocos minutos de dejar Florencia, tras cruzar una gruesa muralla, te encuentras en Siena, con sus desniveladas calles adoquinadas, su Piazza del Campo, su majestuoso Duomo o Catedral. No puedes dejar de mirar desde lo alto de la Torre del Mangia sus típicos paisajes italianos con sus viñedos y casas de tejas rojas tan bien representados en numerosas pinturas de Da Vinci. Siena te hace sentir que aunque el mundo siga avanzando con sus nuevas tecnologías, descubrimientos y construcciones modernas, hay una parte de la historia que estará ahí para siempre confirmando que al menos en romanticismo, paisajes y arquitectura todo tiempo pasado fue mejor. Y ahí mismo, en una esquina de la Piazza del Campo, después de subir y bajar numerosas calles empedradas, escaleras y desniveles, después de rezar en alguna de sus preciosas iglesias, de refrescarte y compensar tu esfuerzo con una buena pizza acompañada de un heladísima sangría de vino de la zona, puedes besar a tu pareja para completar la trilogía.
Es cosa de salir de la ciudad de Florencia unos pocos kilómetros para encontrarte con viñedos y rutas agrícolas que a cada curva te sorprenden con construcciones rurales, ciudades amuralladas y sembríos que hacen del viaje en sí una experiencia inspiradora y sorprendente.
A pocos minutos de dejar Florencia, tras cruzar una gruesa muralla, te encuentras en Siena, con sus desniveladas calles adoquinadas, su Piazza del Campo, su majestuoso Duomo o Catedral. No puedes dejar de mirar desde lo alto de la Torre del Mangia sus típicos paisajes italianos con sus viñedos y casas de tejas rojas tan bien representados en numerosas pinturas de Da Vinci. Siena te hace sentir que aunque el mundo siga avanzando con sus nuevas tecnologías, descubrimientos y construcciones modernas, hay una parte de la historia que estará ahí para siempre confirmando que al menos en romanticismo, paisajes y arquitectura todo tiempo pasado fue mejor. Y ahí mismo, en una esquina de la Piazza del Campo, después de subir y bajar numerosas calles empedradas, escaleras y desniveles, después de rezar en alguna de sus preciosas iglesias, de refrescarte y compensar tu esfuerzo con una buena pizza acompañada de un heladísima sangría de vino de la zona, puedes besar a tu pareja para completar la trilogía.
A pocos kilómetros de Siena, es imperativo detenerse en Monteriggioni, una pequeñísima ciudadela renacentista también amurallada que puedes recorrer en apenas unos pocos minutos. Una especie de Castillo rodea el pueblo con las paredes que alguna vez fueron la defensa contra los ataques de los bárbaros y otros invasores. Desde cualquiera de los miradores sobre estas anchas paredes que rodean la ciudad, tu vista se sorprende por un lado con los viñedos, haciendas, colinas y pinares y por el otro con las plazas, iglesias y casas de derruidas paredes de piedra y ladrillo.
Y el viaje no sería completo sin visitar San Gimignano reconocido por sus numerosas torres que se observan desde la carretera dándole una personalidad única, y sus vinos generosos. San Gimignano es otra ciudad medieval, más grande y llena de misteriosas callejuelas que desembocan en museos pasajes y tienditas y donde además de encantarte con sus vinos y pastas, encontrarás sus famosos helados de los más diferentes y creativos sabores, frío y cremoso manjar de leche y frutas reconocido como “il meglior gelato del mondo”.
Volviendo a Florencia una detención en el mirador de Miguel Ángel, junto a otra réplica del David, en mármol verde, permite la más hermosa vista panorámica de la ciudad, destacando el río Arno, con su Ponte Vecchio y los tejados y cúpulas del Duomo y otras iglesias de esta cultural y artística ciudad.
En pocas palabras, la Toscana es una región romántica con todos los símbolos, la arquitectura y la gastronomía italianas, insuperable para comer, rezar y amar.
Y el viaje no sería completo sin visitar San Gimignano reconocido por sus numerosas torres que se observan desde la carretera dándole una personalidad única, y sus vinos generosos. San Gimignano es otra ciudad medieval, más grande y llena de misteriosas callejuelas que desembocan en museos pasajes y tienditas y donde además de encantarte con sus vinos y pastas, encontrarás sus famosos helados de los más diferentes y creativos sabores, frío y cremoso manjar de leche y frutas reconocido como “il meglior gelato del mondo”.
Volviendo a Florencia una detención en el mirador de Miguel Ángel, junto a otra réplica del David, en mármol verde, permite la más hermosa vista panorámica de la ciudad, destacando el río Arno, con su Ponte Vecchio y los tejados y cúpulas del Duomo y otras iglesias de esta cultural y artística ciudad.
En pocas palabras, la Toscana es una región romántica con todos los símbolos, la arquitectura y la gastronomía italianas, insuperable para comer, rezar y amar.