Fotos y textos Jaime Atria
Reconozco que postergué innumerables veces mi viaje a Punta Arenas.
Siempre tuve curiosidad por ver en vivo y en directo las Torres del Paine, algunos glaciares y la ciudad más austral del mundo, que por las fotografías se me ocurría una ciudad Europea. Pero soy un friolento empedernido y siempre postergué el viaje por evitar las bajas temperaturas y porque me parecía un destino caro en relación a otros más lejanos y más cálidos para mi “tiritante” humanidad. Pero, a fines de este verano, decidí enfrentar mis propios miedos y me embarqué a Punta Arenas. Cuánto me lamento el no haber programado un viaje con más tiempo y más destinos. Reconozco que el clima fue benevolente conmigo, regalándome días con temperaturas agradables y con esas nubes blancas que se mueven con velocidad, como si se tratara de esas filmaciones en “lapse time” que se ven en algunos documentales. Puedo decir con mucha propiedad que Punta Arenas, y sus alrededores están entre los lugares más hermosos del mundo.
Reconozco que postergué innumerables veces mi viaje a Punta Arenas.
Siempre tuve curiosidad por ver en vivo y en directo las Torres del Paine, algunos glaciares y la ciudad más austral del mundo, que por las fotografías se me ocurría una ciudad Europea. Pero soy un friolento empedernido y siempre postergué el viaje por evitar las bajas temperaturas y porque me parecía un destino caro en relación a otros más lejanos y más cálidos para mi “tiritante” humanidad. Pero, a fines de este verano, decidí enfrentar mis propios miedos y me embarqué a Punta Arenas. Cuánto me lamento el no haber programado un viaje con más tiempo y más destinos. Reconozco que el clima fue benevolente conmigo, regalándome días con temperaturas agradables y con esas nubes blancas que se mueven con velocidad, como si se tratara de esas filmaciones en “lapse time” que se ven en algunos documentales. Puedo decir con mucha propiedad que Punta Arenas, y sus alrededores están entre los lugares más hermosos del mundo.
Punta Arenas no sólo me recordó alguna pequeña ciudad europea, sino me pareció limpia, ordenada con una hermosa arquitectura, una envidiable vista del Estrecho de Magallanes y excelente gastronomía. Me impresionó su cementerio que es un verdadero parque donde los jardines y su arquitectura te hacen entender que en ese lugar muchas almas encuentren descanso.
Y me sorprendió Puerto Natales con su innovadora hotelería su orden, su limpieza y una vista privilegiada de los Cuernos del Paine. Pensaba yo en mi ignorancia que Puerto Natales estaría ubicada a los pies de las Torres del Paine. Me imaginaba también que recorrer el Parque Nacional sería tarea para mochileros y escaladores que requerían de una capacidad física que a estas alturas de mi vida ya no poseo. Craso error: las Torres del Paine están a casi 150 kilómetros de Puerto Natales. Y su maravilloso parque se puede recorrer en auto deteniéndose en maravillosos parajes y caminando por senderos bien demarcados para que incluso los adultos mayores puedan sorprenderse ante sus lagunas turquesas y las impresionantes vistas que te regala “la octava maravilla del mundo”. |
Es difícil resistirse a la tentación de detenerse en tantos panoramas que se asoman después de cada curva. No pasan treinta metros caminando o manejando sin que quieras volver a sacar una nueva fotografía del mismo lugar que acabas de fotografiar y que con el movimiento de luces y sombras que produce el constante desplazamiento de las nubes parecen un lugar nuevo, tanto o más sorprendente que lo que acabas de fotografiar apenas unos segundos antes.
Recuerdo que antes de viajar a un safari en Kenia, un tío me dijo “Jaime, cuando veas las primeras cebras no te desesperes tratando de fotografiarlas como si nunca más la fueras a volver a ver, las cebras en África son como las bicicletas en Beijing, hay cientos en todas las esquinas”. De alguna manera me sucedió lo mismo en Punta Arenas con los Cuernos del Paine, pero desde un punto de vista positivo. Se te aparecen muchas veces durante el transcurso de tu excursión, pero es como si las cebras fueran cambiando el color de sus rayas cada vez que te las encuentras. Siempre nuevas, siempre diferentes, siempre asombrosas.
Recuerdo que antes de viajar a un safari en Kenia, un tío me dijo “Jaime, cuando veas las primeras cebras no te desesperes tratando de fotografiarlas como si nunca más la fueras a volver a ver, las cebras en África son como las bicicletas en Beijing, hay cientos en todas las esquinas”. De alguna manera me sucedió lo mismo en Punta Arenas con los Cuernos del Paine, pero desde un punto de vista positivo. Se te aparecen muchas veces durante el transcurso de tu excursión, pero es como si las cebras fueran cambiando el color de sus rayas cada vez que te las encuentras. Siempre nuevas, siempre diferentes, siempre asombrosas.
Pero no sólo el Parque Torres de Paine es sorprendente en la Patagonia. Lo cierto es que a lo largo de la pampa desde Punta Arenas a Puerto natales ya te vas encontrando con lagunas blancas, rebaños de ovejas, vicuñas, flamencos, ñandúes y otras aves que no te permiten darte una pestañadita por muy cansado que estés.
Y están los Glaciares. Puedes verlos en el lago Grey dentro del Parque Torres del Paine. O llegar en un barquito y fotografiarlo a apenas unos cuántos metros de distancia y disfrutar de su celeste y fría presencia, sabiendo que lamentablemente tarde o temprano van a desaparecer y que eso que estás viendo es un privilegio que en cien años más muchos van a conocer sólo por fotografías o documentales.
Y he dejado para el final su gastronomía, reconocida por su famoso Cordero Magallánico, sus centollas y otras “delicatessen” tanto del mar como de la tierra. Delicias que los magallánicos saben preparar de mil formas, desde el tradicional asado al palo hasta recetas que combinan los sabores de maneras novedosas y tan gratas al paladar que, al cerrar los ojos, te hacen sentir que el sabor de la tierra y el mar en Punta Arenas es el resumen sensorial de todo los que has visto y oído en esta experiencia, y que en ninguna otra parte de Chile y el Mundo podrás volver a vivir.
Y están los Glaciares. Puedes verlos en el lago Grey dentro del Parque Torres del Paine. O llegar en un barquito y fotografiarlo a apenas unos cuántos metros de distancia y disfrutar de su celeste y fría presencia, sabiendo que lamentablemente tarde o temprano van a desaparecer y que eso que estás viendo es un privilegio que en cien años más muchos van a conocer sólo por fotografías o documentales.
Y he dejado para el final su gastronomía, reconocida por su famoso Cordero Magallánico, sus centollas y otras “delicatessen” tanto del mar como de la tierra. Delicias que los magallánicos saben preparar de mil formas, desde el tradicional asado al palo hasta recetas que combinan los sabores de maneras novedosas y tan gratas al paladar que, al cerrar los ojos, te hacen sentir que el sabor de la tierra y el mar en Punta Arenas es el resumen sensorial de todo los que has visto y oído en esta experiencia, y que en ninguna otra parte de Chile y el Mundo podrás volver a vivir.