Fotos y textos Jaime Atria
Si tuviera que resumir Croacia en una sola palabra sería “Rubia”. Desde la primera cerveza que uno se ve obligado a beber bajo los 27 grados, que se sienten como 37, y que nos arroja un rubio sol primaveral, pasando por la recepcionista del Hotel en Split, a la señorita que pide limosna con su guagua rubia en una esquina cualquiera, hasta el mozo del restobar en que intentamos apagar el calor frente a la costa del Mediterráneo, todo en Croacia es rubio. Estamos acostumbrados a pensar que quienes sirven, piden o atienden en nuestros países más cercanos sean gente de piel o cabello oscuro. Y nos sorprende cuando vemos una ciudad en que todos, desde los que caminan pesadamente por la calle a los que lucen sus lentes ahumados en un descapotable, desde los que acaban de desembarcar de su yate a los que se apresuran a recoger sus maletas, desde los que dejan una generosa propina en la mesa del restaurant hasta la camarera que la recibe sean rubios. Bien rubios.
Pero acostumbrados a esta nueva visión de un mundo rubio, lo segundo que impresiona es que nadie o muy pocos hablan un idioma parecido al castellano, el francés o el italiano. Incluso el inglés es más limitado entre los habitantes de Croacia. Y los visitantes que te rodean hablan también idiomas diferentes con muchas K y muchas R. Tanto, que jugamos inventando un nuevo idioma con palabras que no sé si tendrán algún significado pero que parecen agregar un nuevo dialecto a la variada gama de idiomas que se escuchan en las mesas vecinas. “Prokostóvoro, borosnikástere bakaratrávara?” pregunto curioso y recibo un breve “Broko” como respuesta. Y así continúa un extenso diálogo sin sentido que no llama la atención de nadie, salvo cuando por la dureza de las palabras que por su dureza dan la sensación de que estamos enojados, llamando la atención de los clientes de las mesas vecinas, decidimos suspender la “conversación”.
Desde Pescara en Italia, luego de un hermoso recorrido por la Costa Amalfitana, tomamos un Ferry que después de unas pocas horas llega al hermoso puerto de Split en Croacia. La vista desde el Mediterráneo es hermosa, con el edificio de aduanas, sus construcciones estilo francés y la hermosa costanera rodeada de embarcaciones livianas y toldos de los diversos restaurantes y bares al aire libre. Split, en el sector que rodea a la costanera, con sus callecitas estrechas, sus faroles y la vida nocturna, invita a caminarla al atardecer, cuando el calor todavía se hace sentir, pero el rubio sol ya no te cae sobre la espalda. Es una ciudad limpia, ordenada, occidental, con diferentes estilos arquitectónicos. Siendo un puerto y estando rodeado de hermosas islas, gran parte de la vida de Split gira en torno a su costanera, playas y embarcaciones, en las que uno poder recorrer la bahía o directamente desembarcar en alguna de las islas cercanas. Split fue parte del Imperio Romano, por lo que también es posible visitar museos, ruinas e iglesias si lo que el visitante busca es un turismo más cultural.
Desde Split, y por una estrecha pero hermosa costanera, se puede llegar en auto a la que es posiblemente la ciudad más hermosa de la región de Dalmacia: Dubrovnik, conocida por su belleza como La Perla del Adriático.La llegada a Dubronvnik es espectacular, con una incomparable vista a Ragusa, su ciudad amurallada, con la cual uno se encuentra abruptamente desde lo alto al asomarse desde la montaña de San Sergio. La primera visión da la sensación de estar llegando a un inmenso castillo rodeado de embarcaciones medievales, representadas por dos o tres corbetas turísticas que imitan a las famosas carabelas de Colón. No puede uno dejar de comentar que uno de los Hoteles más importantes en la bajada a Ragusa pertenece a Andrónico Luksic.
Pero adentrarse a la ciudad amurallada es la gran atracción de Dubrovnik. Sus calles son adoquinadas y peatonales y en ellas abundan las tiendas de ropa, de souvenirs y una gran cantidad de pequeños restaurants, además de museos, estatuas e iglesias. Las palomas cubren a veces el cielo pasando bajito en bandadas que buscan algunas migajas o escapando simplemente de algún monumento o campanario que han elegido para descansar. Aquí, la variedad de idiomas es aún mayor que en Split, porque Dubrovnik es la ciudad favorita para los turistas de todas partes del mundo que recorren Dalmacia. Y tiene razones para serlo. Ragusa es una ciudadela pequeña pero hermosa. Recuerda en instantes a los castillos y paseos de Disneyworld, con los soldados vestidos a la usanza antigua, con pantalones en franjas de colores y abombados al estilo de la guardia suiza. Soldados armados de lanzas que cruzan entre sí cuando te reciben al cruzar el puente de entrada a lo que más bien parece un castillo medieval. Pero aquí nada es de cartón piedra, todo es real.
La Fuente que usaban los habitantes antiguos para dar de beber a sus cabalgaduras y para asearse, ubicada al final de la calle central de Ragusa , es usada hoy para refrescarse del pesado calor, bebiéndola o mojando tus pies y cabeza, un calor que obliga también a disfrutar más de una vez de una fresca cerveza rubia o un inmenso cono de refrescante helado de frutas.
Subiendo a lo alto de la muralla que rodea la ciudadela uno puede volver a mirar las embarcaciones que respiran suavemente en la bahía que protege las calmadas aguas azules.
Y si el recorrido de la ciudadela te deja tiempo, puedes también asomarte por el puerto cruzando un majestuoso arco que te lleva a los embarcaderos ofreciendo preciosas postales en que las embarcaciones clásicas se recortan contra los torreones y fortificaciones de la fascinante ciudad amurallada.
Terminar el día con otra rubia cerveza, atendido por una rubia camarera, bajo un rubio toldo amarillo es el toque final a una visita que desborda nostalgia por épocas que uno jamás conoció, pero que aquí cobran vida y te dicen que Croacia con Split y Dubrovnik, aunque prefieras las morenas, serán para siempre una rubia debilidad.