Desde Córdoba, Argentina
Una ciudad que despliega encantos inolvidables: cultura, turismo religioso, un casco histórico con data de 1600 y una oferta de hoteles y restaurantes de alta gama que ha proliferado en los últimos años.
Una ciudad que despliega encantos inolvidables: cultura, turismo religioso, un casco histórico con data de 1600 y una oferta de hoteles y restaurantes de alta gama que ha proliferado en los últimos años.
Eso de que los sitios los hacen quienes los habitan es un dato de la causa. Y en Córdoba, la corroboración es instantánea. Más allá de la herencia jesuítica que se mantiene como un legado religioso vivo y bien preservado, de ser sede de la primera universidad del país y gestora cultural por antonomasia allende la cordillera, esta ciudad argentina cautiva principalmente por el temple de sus habitantes. Alegre, amistoso, integrador, con un sentido del humor cáustico que aflora en cualquier situación, el cordobés se siente producto de su historia, que domina en detalle, y de su entorno urbano, donde cada rezago del pasado –contrariamente a lo que sucede en otras ciudades de América Latina– es retenido, restaurado, remozado. Esto se vuelve patente en un sinnúmero de edificios coloniales, de 1600, y también de la Belle Époque cordobesa, de 1880, esta última con múltiples reminiscencias francesas e indisimulados guiños a Versailles. Todos mantenidos intactos. Así, quienes pueblan estas latitudes se jactan con justicia de tener mucha identidad local y de sentirse orgullosos de su idiosincrasia, que parece reflejarse en la tonada cordobesa: ese acento esdrújulo, pausado e inconfundible que aparece en el hablar. La segunda ciudad más importante del país –antigua productora de intelectuales de elite en el ámbito de la Teología, Filosofía y Letras–, “Córdoba, la docta”, como se la conoce, detenta una de las herencias más potentes de los jesuitas: el primer “Colegio Máximo” del país, la actual Universidad Nacional de Córdoba, que ha abogado desde sus inicios por una educación gratuita, laica y liberal. Hoy, con alrededor de un millón 500 mil habitantes, Córdoba capital tiene un estilo y un ritmo de vida relativamente sereno en relación a Buenos Aires, como si el alma de provincia se resistiera a desaparecer. Sus paseos adoquinados, sobre todo en el casco histórico, hablan de un pasado glorioso, al igual que infinidad de edificios reconvertidos funcionalmente de acuerdo a los tiempos. Tal es el caso del Shopping Paseo del Buen Pastor, un antiguo orfanato y cárcel de mujeres, custodiado por religiosas, que comenzó a funcionar en 1888. En 2002 fue restaurado, quedando intactas sus líneas neogóticas y su antigua iglesia griega con nave en forma de cruz. Hoy, la antigua prisión alberga tiendas, una galería de arte y, como centro cultural, ha aprovechado los espacios abiertos para dar auge a la música y las actividades al aire libre. |
La estadía
En el corazón de la zona comercial, a pasos del centro histórico, la Plaza San Martín, la Catedral y la Manzana Jesuítica, –conjunto de edificios Patrimonio de la Humanidad, pertenecientes a la poderosa orden religiosa que arribó a Córdoba en 1599– emerge Azur Real. El primer hotel boutique de la ciudad replica la tónica de preservar las construcciones antiguas. Abierto en 2009, luego de una remodelación que tardó cinco años, Azur Real es parte de The Hot List 2010 de Condé Nast Traveller.
En el área gastronómica, a solo cinco minutos del centro, una casa de pocos aspavientos ubicada en un barrio residencial oculta tras sus puertas –sin que nada lo sugiera externamente– un exclusivo lugar que se enriela en la tan en boga tendencia europea de “restaurante a puertas cerradas”. En esta modalidad, el chef recibe a sus comensales en la intimidad de su propia casa, pero con todas las comodidades y el servicio de un recinto cinco estrellas. Casa Galán, perteneciente al renombrado chef Lucas Galán y sus hermanos, María Ana y Alejandro, todos vinculados a la alta gastronomía, tiene capacidad para 26 personas. Aquí han dado vida a una cocina de autor de rasgos genuinos, manifestada en dos menús de seis pasos que van mudando mes a mes.
Por todo esto, la ciudad “docta” de Argentina, situada a los pies de sierras y altas cumbres, es de esos lugares a los que uno siempre espera volver.
En el corazón de la zona comercial, a pasos del centro histórico, la Plaza San Martín, la Catedral y la Manzana Jesuítica, –conjunto de edificios Patrimonio de la Humanidad, pertenecientes a la poderosa orden religiosa que arribó a Córdoba en 1599– emerge Azur Real. El primer hotel boutique de la ciudad replica la tónica de preservar las construcciones antiguas. Abierto en 2009, luego de una remodelación que tardó cinco años, Azur Real es parte de The Hot List 2010 de Condé Nast Traveller.
En el área gastronómica, a solo cinco minutos del centro, una casa de pocos aspavientos ubicada en un barrio residencial oculta tras sus puertas –sin que nada lo sugiera externamente– un exclusivo lugar que se enriela en la tan en boga tendencia europea de “restaurante a puertas cerradas”. En esta modalidad, el chef recibe a sus comensales en la intimidad de su propia casa, pero con todas las comodidades y el servicio de un recinto cinco estrellas. Casa Galán, perteneciente al renombrado chef Lucas Galán y sus hermanos, María Ana y Alejandro, todos vinculados a la alta gastronomía, tiene capacidad para 26 personas. Aquí han dado vida a una cocina de autor de rasgos genuinos, manifestada en dos menús de seis pasos que van mudando mes a mes.
Por todo esto, la ciudad “docta” de Argentina, situada a los pies de sierras y altas cumbres, es de esos lugares a los que uno siempre espera volver.