Fotos y textos Jaime Atria
La mayoría de los chilenos que deciden tomar la aventura de un Safari en Africa pone el piloto automático y se dirige directamente al parque Krugger en Sudafrica.
Es posiblemente el parque más avanzado y seguro por su infraestructura más prolija, sus senderos más cuidados y la protección de sus miradores.
Pero si uno quiere estar y sentirse en la sabana africana más salvaje, esa que permite ver los animales a campo traviesa, saliéndose de los senderos y encontrarse con ellos a un escupo de distancia, si lo que se quiere es un poco de aventura e improvisación, el lugar a visitar es Kenya y sus diferentes parques abiertos con variada fauna y sorprendente geografía.
Es posiblemente el parque más avanzado y seguro por su infraestructura más prolija, sus senderos más cuidados y la protección de sus miradores.
Pero si uno quiere estar y sentirse en la sabana africana más salvaje, esa que permite ver los animales a campo traviesa, saliéndose de los senderos y encontrarse con ellos a un escupo de distancia, si lo que se quiere es un poco de aventura e improvisación, el lugar a visitar es Kenya y sus diferentes parques abiertos con variada fauna y sorprendente geografía.
En el parque Maasai Mara por ejemplo el turista no sólo tiene la oportunidad de ver y comunicarse con leones, cheetas, panteras y otros felinos en un diálogo cara a cara, sino también puede contactarse con auténticos Maasai, esa tribu africana que se alimenta sólo de carne y que es la demostración viva de que comiendo animales y sus subproductos se logra tener el aspecto físico que es la envidia de los hombres y mujeres que tienen a Noemí Campbell o a Will Smith como ejemplos de belleza y atractivo. Los Maasai son delgados, atléticos altos, de una dentadura envidiable, y hasta ahora ha sido casi imposible convencerlos de que además de animales, existe también la agricultura y la alimentación a base de verduras, frutas y vegetales.
Aquí, el alojamiento es en medio de los animales. No existen paredes que cortan la vista a la sabana africana y a la vida salvaje que ocurre a su alrededor. Además de los guardias que vigilan que ningún animal intente penetrar e las instalaciones de las hoteles, éstos están protegidos por cables de baja electricidad que inhiben a cualquier fiera de intentar penetrar a los jardines que rodean las cabañas y sus comodidades, que incluyen terrazas, piscinas y quinchos.
En el parque Maasai Mara la variedad de animales y aves es impresionante y cada tour está planificado para ver las diferentes animales en su propio habitat. Animales pacíficos y vegetarianos como Jirafas, gacelas, búfalos, impalas, ñus o cebras que comparten la vida con leones, leopardos, chacales y hienas a la vista de buitres y otras aves carnívoras que esperan que unos hagan el trabajo difícil de la cacería, para disfrutar después los restos de los cadáveres que éstos han devorado hasta la saciedad.
En el parque Maasai Mara la variedad de animales y aves es impresionante y cada tour está planificado para ver las diferentes animales en su propio habitat. Animales pacíficos y vegetarianos como Jirafas, gacelas, búfalos, impalas, ñus o cebras que comparten la vida con leones, leopardos, chacales y hienas a la vista de buitres y otras aves carnívoras que esperan que unos hagan el trabajo difícil de la cacería, para disfrutar después los restos de los cadáveres que éstos han devorado hasta la saciedad.
En el parque Amboseli compartes con rinocerontes blancos, hipopótamos jabalíes… Y te sientes como un auténtico documentalista o reportero de National Geographic o Animal Planet cuando te encuentras mirando desde una orilla elevada a las cebras y ñus intentando cruzar al otro lado del río sin caer presa de los cocodrilos que apenas asoman sus diabólicos ojos y sus “adragonadas” espaldas.
Por último puedes visitar el lago Nakuru, un lago que de alguna manera te recuerda el Salar de Atacama por sus orillas blancas y su numerosa población de flamencos. Pero el blanco de su orilla nos es sal, sino producto de las heces y huevos de estas maravillosas aves rosadas que superan con creces en cantidad a las de nuestros salares y que se mueven agrupadas de un lado a otro ante la atenta mirada de los búfalos africanos.