
Por Arq. Ernesto Barreda F. / Arq. Yves Besançon P.
Suizo, nacido en Basilea en 1943, es el Arquitecto de la coherencia y la sensibilidad llevadas al súmmum de su fuerza creativa y de su respeto por el trabajo manual de los materiales y las artesanías. Conocedor del oficio de ebanista, al igual que su padre, luego de varios años de practicar este oficio, decide profundizar su aprendizaje del diseño y la Arquitectura, primero en Basilea y luego en el Pratt Institute de New York. En su obra está presente el conocimiento de los materiales, sus colores, texturas y peso, así como también la fuerza expresiva de cada uno, en un equilibrio buscado por él, hasta lograr espacios conmovedores, que se sienten y que hablan estremeciéndolo a él primero y a nosotros después.
Los proyectos son trabajados como un escultor, buscando en dónde está la Arquitectura, en dónde está el espacio, en dónde las sensaciones y en qué lugar de nuestros recuerdos quedará su obra. Las construcciones de Zumthor muestran, como él mismo dice, “el Cuerpo de la Arquitectura”, como cuerpo con toda su exterioridad e interioridad, con todo lo que ese cuerpo trae, sus raíces, sus historias, su anatomía.
En su libro “Atmósferas”, que conocí por una amiga Arquitecta, se comprende por qué este exitoso Arquitecto, sin ruido y sin exposición mediática de ningún tipo, es uno de los más geniales Arquitectos contemporáneos y uno de los más sencillos hombres del mundo del arte y el diseño. El discurso de Zumthor, entregado en la conferencia que dictó en el año 2003 en el Festival de Literatura y Música en el Castillo de Wendlinghausen, es un poema de principio a fin, en el que nos muestra su percepción de la creación Arquitectónica y su manera de comprender su misión de maestro en el diseño del espacio. Partiendo por la presentación del libro, las sugerentes fotografías y el texto pausado y sencillo pero lleno de pasión y sentimiento, nos deja perplejos y nos envuelve completamente. Sus espacios, que nos sobrecogen por el manejo de lo intangible, como lo hace con la luz, posada en su obra como un elemento mágico, están llenos de magnetismo y de elementos que nos conmueven sin saber por qué pero están allí, en frente nuestro para regalarnos el sabor de lo bien hecho, de lo bello y lo magnífico.
En sus obras más conocidas, como las Termas de Vals, en las que el hormigón es brillantemente tratado con piedra del lugar y los trayectos de la luz y el agua se confabulan en una manifestación de Arquitectura muy propia de lo que él llama la “Atmósfera”, nos damos cuenta que efectivamente esta “atmósfera” está participando como elemento fundamental en la creación estética de la obra. En los espacios de Zumthor el “sonido del espacio”, como él lo llama, está presente con la calma de su autenticidad y coherencia de Arquitecto que mira su obra desde todos los ángulos y que la siente con el alma y con su sensibilidad emocional.
Zumthor descubrió que el espacio tiene sonido y hay que escucharlo para entender la obra, para sentirla y para conmoverse. Disfruta poniendo sus edificios entre otros ya existentes, le gusta que formen parte de un conjunto, que conversen y sean armónicos entre sí, que no destaquen y que cada cual aprecie las obras que están en el lugar. No le gusta el ensimismamiento, sin embargo sus obras son lo más parecidas a sí mismo, esto es lo que valida y potencia su trabajo, esto es lo que lo hace seductor y nos dejamos seducir sin problema, porque es un deleite estético y funcional, muy original y único.
En la Capilla San Nikolaus von der Flüe en Wachendorf, el vaciado del hormigón de la cubierta, construido sobre un montón de troncos que al quemarse dejan su forma expresada sin materialidad en la textura resultante, se palpa lo escultórica que es la obra y el tratamiento del espacio religioso que nos rememora los árboles en forma y en alma, y se nos aparece como un edificio petrificado, apasionante y místico, en medio de la nada, la capilla tímida y solitaria, está pero no está y el entorno lo agradece.
El Museo de Arte de Bregenz, en franco y delicado diálogo con la clásica Arquitectura del barrio, utilizando cristales translúcidos de formatos rectangulares, dejando entrever las circulaciones que relacionan los tres niveles sin producir antagonismos ni protagonismos arquitectónicos, es un buen ejemplo de la tranquilidad de su obra en general.
El Museo de Kolumba en Colonia, con el trabajo del filtrado y control de la luz natural a través de la fachada, incorporando la arquitectura existente al proyecto en lugares clave, se manifiesta como un modelo de buen diseño y simplicidad evidentes. Su trabajo en el desierto de Atacama, en el norte de Chile, para un nuevo Hotel que estará en medio de la nada, será su primera obra en América y fuera de Europa.
Mientras tanto, el pasado mes de Mayo, en la ciudad de Buenos Aires, Peter Zumthor fue homenajeado con el Premio Pritzker, entregado cada año por la Fundación Hyatt, desde 1979, al Arquitecto que el Jurado considere merecedor del “Nobel de la Arquitectura” por su obra y aporte al mundo de la Arquitectura. El Premio Pritzker a Zumthor, honra a los Arquitectos y otorga gran estatura al mismo premio, por la calidad de quién lo recibió este año, el mejor de los mejores, el solitario, atento, sencillo, coherente y talentoso Peter Zumthor.
Suizo, nacido en Basilea en 1943, es el Arquitecto de la coherencia y la sensibilidad llevadas al súmmum de su fuerza creativa y de su respeto por el trabajo manual de los materiales y las artesanías. Conocedor del oficio de ebanista, al igual que su padre, luego de varios años de practicar este oficio, decide profundizar su aprendizaje del diseño y la Arquitectura, primero en Basilea y luego en el Pratt Institute de New York. En su obra está presente el conocimiento de los materiales, sus colores, texturas y peso, así como también la fuerza expresiva de cada uno, en un equilibrio buscado por él, hasta lograr espacios conmovedores, que se sienten y que hablan estremeciéndolo a él primero y a nosotros después.
Los proyectos son trabajados como un escultor, buscando en dónde está la Arquitectura, en dónde está el espacio, en dónde las sensaciones y en qué lugar de nuestros recuerdos quedará su obra. Las construcciones de Zumthor muestran, como él mismo dice, “el Cuerpo de la Arquitectura”, como cuerpo con toda su exterioridad e interioridad, con todo lo que ese cuerpo trae, sus raíces, sus historias, su anatomía.
En su libro “Atmósferas”, que conocí por una amiga Arquitecta, se comprende por qué este exitoso Arquitecto, sin ruido y sin exposición mediática de ningún tipo, es uno de los más geniales Arquitectos contemporáneos y uno de los más sencillos hombres del mundo del arte y el diseño. El discurso de Zumthor, entregado en la conferencia que dictó en el año 2003 en el Festival de Literatura y Música en el Castillo de Wendlinghausen, es un poema de principio a fin, en el que nos muestra su percepción de la creación Arquitectónica y su manera de comprender su misión de maestro en el diseño del espacio. Partiendo por la presentación del libro, las sugerentes fotografías y el texto pausado y sencillo pero lleno de pasión y sentimiento, nos deja perplejos y nos envuelve completamente. Sus espacios, que nos sobrecogen por el manejo de lo intangible, como lo hace con la luz, posada en su obra como un elemento mágico, están llenos de magnetismo y de elementos que nos conmueven sin saber por qué pero están allí, en frente nuestro para regalarnos el sabor de lo bien hecho, de lo bello y lo magnífico.
En sus obras más conocidas, como las Termas de Vals, en las que el hormigón es brillantemente tratado con piedra del lugar y los trayectos de la luz y el agua se confabulan en una manifestación de Arquitectura muy propia de lo que él llama la “Atmósfera”, nos damos cuenta que efectivamente esta “atmósfera” está participando como elemento fundamental en la creación estética de la obra. En los espacios de Zumthor el “sonido del espacio”, como él lo llama, está presente con la calma de su autenticidad y coherencia de Arquitecto que mira su obra desde todos los ángulos y que la siente con el alma y con su sensibilidad emocional.
Zumthor descubrió que el espacio tiene sonido y hay que escucharlo para entender la obra, para sentirla y para conmoverse. Disfruta poniendo sus edificios entre otros ya existentes, le gusta que formen parte de un conjunto, que conversen y sean armónicos entre sí, que no destaquen y que cada cual aprecie las obras que están en el lugar. No le gusta el ensimismamiento, sin embargo sus obras son lo más parecidas a sí mismo, esto es lo que valida y potencia su trabajo, esto es lo que lo hace seductor y nos dejamos seducir sin problema, porque es un deleite estético y funcional, muy original y único.
En la Capilla San Nikolaus von der Flüe en Wachendorf, el vaciado del hormigón de la cubierta, construido sobre un montón de troncos que al quemarse dejan su forma expresada sin materialidad en la textura resultante, se palpa lo escultórica que es la obra y el tratamiento del espacio religioso que nos rememora los árboles en forma y en alma, y se nos aparece como un edificio petrificado, apasionante y místico, en medio de la nada, la capilla tímida y solitaria, está pero no está y el entorno lo agradece.
El Museo de Arte de Bregenz, en franco y delicado diálogo con la clásica Arquitectura del barrio, utilizando cristales translúcidos de formatos rectangulares, dejando entrever las circulaciones que relacionan los tres niveles sin producir antagonismos ni protagonismos arquitectónicos, es un buen ejemplo de la tranquilidad de su obra en general.
El Museo de Kolumba en Colonia, con el trabajo del filtrado y control de la luz natural a través de la fachada, incorporando la arquitectura existente al proyecto en lugares clave, se manifiesta como un modelo de buen diseño y simplicidad evidentes. Su trabajo en el desierto de Atacama, en el norte de Chile, para un nuevo Hotel que estará en medio de la nada, será su primera obra en América y fuera de Europa.
Mientras tanto, el pasado mes de Mayo, en la ciudad de Buenos Aires, Peter Zumthor fue homenajeado con el Premio Pritzker, entregado cada año por la Fundación Hyatt, desde 1979, al Arquitecto que el Jurado considere merecedor del “Nobel de la Arquitectura” por su obra y aporte al mundo de la Arquitectura. El Premio Pritzker a Zumthor, honra a los Arquitectos y otorga gran estatura al mismo premio, por la calidad de quién lo recibió este año, el mejor de los mejores, el solitario, atento, sencillo, coherente y talentoso Peter Zumthor.